Llevo varios días pensando qué podré escribir en este blog, una bella invitación que me hicieron desde el equipo creador de La Bookostación, que sea un escrito bien sutil y dirigido, delicado y sensitivo. ¿Haré, acaso, una lista de mercado con mis libros favoritos? ¿Sobre las mejores películas basadas en libros? ¿O quizá sobre algunas tendencias hermosas y no tanto que he percibido recientemente como lectora, como escritora y como editora?
Seguramente esos posts llegarán más adelante. Por ahora, solo quiero saludarte, contarte que me llamo Gabriela, soy colombiana, hija única, y tal vez por eso, un poco retraída, silenciosa. Cuando pienso en mi relación con los libros me acuerdo de la viñeta de Mafalda en la que un solitario Miguelito le pregunta a un libro a qué quiere jugar.
Pues bien, yo también le he preguntado a mis libros a qué quieren jugar. Y no solo durante mi infancia. A lo largo de mi vida mis libros me han llevado a mundos fantásticos, pero también a conocer el mundo en el que vivimos, de manera más amplia, más empática.
Y es que de eso se trata la lectura, ya sea de fantasía, de poesía, o de novela gráfica, por nombrar algunos ejemplos. Pienso en el clásico Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato, que me sirvió de guía para conocer Buenos Aires, y en el poema After the lunch, de Wendy Cope, que me instaló un amor por el puente de Waterloo, en Londres, mucho antes de viajar hacia allá. De cómo los cómics de Joe Sacco me explicaron con mayor claridad el conflicto de los Balcanes, por ejemplo, y de los reportajes de Kapuszinski sobre el vasto territorio que es la antigua Unión Soviética.
Mientras escribía esto me detuve a mirar mi biblioteca y me di cuenta de la cantidad de libros que me han mostrado, por ejemplo, la buena música. Perdón por escribir los nombres en inglés, pero Nick and Nora’s infinite playlist, de David Levithan y Rachel Cohn, y Love is a mixtape, de Rob Sheffield tienen, en sus páginas, grandes listas de canciones que hay que incoporar en la banda sonora de la vida. Además, Love is a mixtape te romperá el corazón. Te recomiendo que lo leas y luego vuelvas a armarlo leyendo Turn around bright eyes, en el que el protagonista encuentra cómo recuperarse del desamor en la maravillosa terapia del karaoke.
Podría pasar horas hablando de cómo cada tomo que tengo en mis viejos y desvencijados estantes ha marcado mi vida, pero quiero darte el turno. Cuéntame cómo llegaste a enamorarte de la lectura, ¿qué libro consideras que debo leer sí o sí?
Alerta de mucho texto.
Hi5!!
Aún recuerdo esa red social, que ahora sirve como un chiste para identificar a la gente de mi generación.
Mi primer libro fue mi libro de lecturas del primer grado, historias como «Paco el chato», la rata del cuento «el viaje» y las 37 lecturas restantes, no solo me enseñaron a leer en ese 1997, también me presentaron una versión diminuta de Robison Crusoe, crecí y mis lecturas evolucionaban, recuerdo a “konrad o el niño que salio de una lata de conservas»; ese libro lo leí unas 20 veces, con la edad descubrí nuevas cosas y la lectura quedó relegada a un segundo plano, leí poco e imaginaba mucho, un día mi hermano llevo “el alquimista» de Paulo Cohelo y me enganche, leí: Verónica decide morir. Y creció mi gusto por el autor, once minutos me enseñó diversas cosas.
Se darán cuenta que no soy un lector profundo incluso hoy en día no entiendo por qué muchos dicen que Cohelo es una basura, ¿Alguien me lo explica?.
Por un tiempo leí a gente como Carlos Cuahutémoc Sánchez y “la fuerza de sheccid» y su secuela que coincidió en su publicación con este boom que tuve con el autor.
Leí la saga de Potter.
Guerra mundial z de Max Brooks.
La carretera de Cormac McCarthy.
El principito de Antoine de Saint-Exupéry
Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez.
Batallas en el desierto de José emilio Pacheco.
Aura del maestro Carlos fuentes.
Y algunos libros más y cada lectura sembró en mi una nueva idea, una nueva maqueta se construía al terminar de releer uno de esos libros.
Yo no estoy enamorado de la lectura por qué no tengo el gusto exquisito que muchos tienen y no tengo la capacidad de concentración, yo solo siento la necesidad de escapar a esos reinos mágicos, a esos mundos devastados y a esas historias que parecen encaminadas al caos y a un final feliz… O no.
Soy un pésimo lector y un escritor de medio pelo, pero esa es mi escencia, una escencia que quiero compartir a través de mis escritos, y si debo recomendar un libro sería el antes mencionado: Konrad o el niño que salió de una lata de conservas de Christine Nöstlinger.
Ese libro le dió a mi vida un maravilloso regalo, ese libro me dió la capacidad de imaginar mundos en los que todo es posible.